CLARO
OBSCURO

Soy Asperger

Liberado por un diagnóstico

Toda mi vida supe que yo era diferente. Excesivamente sensible, hiper-emotivo, autodidacta, con muchos problemas de comunicación. Siempre fuí el primero de mi clase en casi todas las materias sin trabajar. Con muchos miedos y con grandes angustias durante toda mi vida. Siempre supe que tenía una inteligencia excepcional pero siempre me gustó ayudar a mis amigos en dificultad, así que nunca intentaba hacer menos a los otros alumnos de la clase. Desde pequeño, fuí descalificado de varios concursos de pintura, de dibujo y de poesía porque los jueces afirmaban que era imposiible que un niño de 6-7 años pudiera hacer esos trabajos sin ayuda.

En 2014, ví una emisión de televisión donde entrevistaban un niño “precoz”, un “pequeño genio” francés de 7 años y explicaba los problemas que tenía con sus compañeros y en su vida de todos los días. Las angustias, la hipersensibilidad, la hiperemotividad, e inmediatamente me sentí identificado con él. Cuando era adolescente, salió una película llamada Good Will Hunting que en México se difundió bajo el nombre de “Mente indomable”. Esa película siempre me ha hecho llorar, porque me indentifiqué con el protagonista, pero a diferencia de él, yo no era arrogante. Principalmente porque fuí un niño maltratado. Una de las razones de haberme identificado es porque me habían enviado a terapia durante mis estudios de preparatoria. Pero rápidamente deje la terapia porque sentí que no me ayudaba en nada y que el terapéuta necesitaba más ayuda que yo. Después de la entrevista a ese niño “genio”, ví un artículo sobre internet de una chica inglesa que había sido aceptada en la asociación Mensa en Gran Bretaña y comencé a buscar información sobre esa asociación. Dos meses más tarde, me presenté al examen de admisión (en francés) y fuí aceptado sin problemas. En ese momento empecé a aceptar por la primera vez en mi vida que yo era Alto Potencial.

Desafortunadamente, el hecho de saberlo no cambió gran cosa en mi vida, pero en mi interior me sentí más tranquilo. Seguía teniendo los mismos problemas para socializar pero ahora sabíá que en realidad yo era diferente.

En 2022, en una reunión de Mensa, todos los asistentes hablaban de sus problemas adicionales TDAH, TSA, DYS, etc. excepto yo. En algún momento, comencé a sospechar que probablemente yo también tenía uno de esos problemas. Al regresar a la casa, me puse a buscar información y a pasar los tests que se encuentran sobre internet viendo que todos los resultados daban un alto porcentaje de probabilidad que yo fuera Asperger. A partir de ese momento, comencé a considerar seriamente esa posibilidad y los síntomas explicaban todas las situaciones diferentes de mi vida. La relación con mi familia, en la escuela, el hecho de tener un intelecto elevado, mis problemas para discutir con las personas, mis problemas de comunicación, mis problemas para acercarme a las chicas, le facilidad para aprender cosas nuevas en tiempos muy cortos. ¡TODO!

Durante la semana siguiente empecé a sentirme nostálgico. Ya empezaba a sentir que las diferencias para acercarme a la gente comenzaban a ser más evidentes para mí. Las llamadas telefónicas que siempre odié, comenzaron a ser menos frustrantes. Durante ese mismo año, seguí varias formaciones de administración de proyectos y de Manager, donde empecé a decir que yo era diferente. Una de las formatrices me recomendo que yo hiciera un comentario al inicio de las reuniones para anunciar que yo me comportaba un poco diferente sin dar más explicaciones ni dar información personal. Eso me dió mucha más confianza, más legitimidad.

Finalmente empecé a aceptarme como Asperger unas semanas después. Varios de mis colegas de trabajo me hacían comentarios sobre algunos conocidos psiquiatras y coincidían en que había ciertas diferencias sin más comentarios. En particular, dos de ellos me comentaron que estaban casados con psicoterapeutas. Ellos conocían perfectamente mi situación y me vieron como otra persona más con Asperger. En algún momento, un comentario diciendo que debería ser difícil para mis colaboradores de trabajar conmigo, de poder entender muchas cosas más rapidamente y encontrar soluciones con mucha facilidad.

En algún momento, al final del año, todo se volvía más y más claro. Comencé a aceptar y a decir a mi círculo de conocidos que seguramente yo era Asperger, pero que todavía no me había disgnosticado. Nadie se sintió ni ofendido ni extrañado. Finalmente hacía cosas que eran un poco más simples para mí y mi nivel era relativamente alto en muchos temas diferentes sin necesidad de pasar mucho tiempo a trabajar o a estudiarlos. Finalmente, podía decir las cosas que sin que la gente se ofendiera y sin despertar envidias. Simplemente, yo soy Asperger. Me empecé a aceptar.

Aprendiendo a conducir en seis semanas

Una anécdota que me vino rápidamente a la cabeza fué el momento en que aprendí a conducir. Mi padre me vendió su auto y antes de entregármelo, le pedí a mi hermano que me enseñara a conducir. Salimos a practicar un domingo en las calles desiertas cerca de la casa. Mi hermano, que no tenía ninguna paciencia, después de 30 minutos, se desesperó porque no llegaba a cambiar las velocidades sin que el embrague hiciera ruido. Desesperado, el me dijo que iba a arruinar el auto antes de aprender a conducir y me pidió que regresaramos a la casa, muy enojado. Durante la semana siguiente, salí en varias ocasiones con el auto, a visitar mis amigos. Era terrible, el auto se me paraba en cada esquina, pero yo estaba dispuesto a conducir a toda costa. El domingo siguiente, visité otros amigos que eran mecánicos y hojalateros. Llegué bien contento y mostrando las llaves del auto les dije “Ya está, ya tengo mi coche, vamos a dar una vuelta al mirador” (de la carretera federal a Cuernavaca) y balanceando las llaves, agregué “quién conduce”. A lo que todos contestaron en cacofonía “¡Tu! Es tu coche”. 20 minutos más tarde yo trataba de subir la pendiente de la carretera federal a Cuernavaca, el auto se paraba cada 30 metros y los otros conductores atràs de nuestro coche, no dejaban de sonar el claxon. Afortunadamente, mis amigos me tranquilizaron y dándome confianza me dijeron “No te preocupes, si quieren pasar, que te salten”. Frase clásica en la Ciudad de México. Tomé riesgos enormes en esos días. Esa misma semana pasé por mi novia de esa época al aeropuerto conduciendo sobre el circuito interior, fué la primera vez que utilizaba una vía rápida.

En fin, seis semanas después de ese domingo estresante con mi hermano, llevé a mi novia y a uno de sus vecinos al metro. Durante la plática, el vecino celebró la forma en que había conducido por una razón que no recuerdo. Yo le dije, “¡Y eso que estoy aprendiendo!”. A lo que mi novia respondió : “No, tu ya sabes conducir. Lo que pasa es que aprendiste muy rápido.” Fué la primera vez que me confrontaba a una realidad: No simplemente aprendo y avanzo rápido, puedo volverme un experto rápidamente. Otro problema se avecinaba: la toma de responsabilidades. Aprendía rápido pero no me responsabilizaba, prefería seguir de incógnito y évitar que me dieran más trabajo. Después supe que, además, sufría enórmemente del síndrome del impostor: no sentía tener la legitimidad para afirmar lo que sabía perfectamente.

La aceptación

Durante toda mi vida evité de hablar de todas las cosas que hacía. Algunos amigos conocían solamente una parte de mis capacidades, ya sea la parte de la música, o la parte de cómputo o la parte de las matemáticas o el bricolage, o mis habilidades manuales. Yo pienso que no hay nadie que me conozca completamente. Una de las principales razones, eran los celos que puede despertar esa actitud. Desde niño, algunas de mis tías, hermanas de mi mamá, me decían : “No debes decir todo lo que sabes. A nadie le gusta los genios”. Cuando entré al liceo, una amiga que me ayudó a llenar mi formulario de inscripción me dijo : “Nunca te sientes enfrente del salón porque ahí se sientan los intelos. Tampoco te sientes al fondo, porque ahí se sientan los burros. Sientate siempre en medio del salón”. Eso me indujo actitudes de una persona normal, aunque rápidamente mis capacidades sobresalían. Desafortunadamente, siempre tenía rivalidades en los cursos, pero a mi no me importaba competir. Yo solo quería tener una vida tranquila, ya tenía muchos problemas con mi familia como para tener más problemas en la escuela. Además, todo mundo a los que les comentaba que yo hacía dos o tres cosas, me consideraban bueno en una y se imaginaban que yo era malo en la otra. La razón es que muchas gentes decían : “O eres bueno en música, o eres bueno en matemáticas. No se puede ser bueno en dos cosas a la vez.”

Así pasé toda mi vida. Ocultando una gran parte de lo que podía hacer. Algunas veces, invitaba a algunos amigos de un círculo a que me acompañaran a otro de los círculos y me decían : “Jamás me imaginé que hicieras eso y a ese nivel.” En particular, cuando invitaba a mis amigos de la Facultad de ciencias a verme tocar en la orquesta de salsa.

Ahora, cuando la gente piensa que soy un mitómano o que exagero, es más fácil justificar mis capacidades diciendo que soy Asperger. En particular, porque no tengo fotos de todo lo que he podido hacer y eso es una lástima. Los dibujos que hice de niño, los poemas un poco raros, se tiraron a la basura.

Todavía me pasa mucho cuando discuto con mis colégas y les explico algunas cosas técnicas, que paso más tiempo tratando de hacerles entender lo que tomó a veces algunos minutos en visualizar. Pero como todos, también me equivoco y a veces por cosas muy simples. De hecho, el lenguaje figurado a veces no lo entiendo bien, tampoco el sarcásmo.